29 de enero de 2015

Gone Girl VS Gone Home (David Fincher VS Steve Gaynor)

Love is a mighty power, ya lo dice el subtítulo promocional de Breaking the waves (Rompiendo las olas) de Lars Von Trier (prestado por un poeta del siglo XIV), película con que una de las mejores de 2014, Gone Girl, se emparenta en lo que de retorcido puede llegar a ser el hecho amoroso.

Además de una segunda parte de la película bastante lyncheana (no se hagan ilusiones con el regreso de Twin Peaks a manos del autor -no lo olviden- de ese ovni que es Inland Empire: la peli de Fincher es lo más cercano que nos vamos a quedar de un verdadero regreso de la segunda mejor serie de la historia de la televisión), toda la primera mitad del filme de Fincher guarda evidentes paralelismos con uno de los mejores videojuegos recientes (2013), o al menos eso me ha parecido a mí al verla.

Siempre es complicado formalizar por escrito lo que uno siente o percibe durante una película, máxime cuando se trata de una comparación con un videojuego de autor. Pero ambos han sido creados en la misma época y el tono, no por casualidad, es bien similar. Esa narración en off, fragmentada, desordenada o que va contradiciéndose a medida que avanza la historia, esos personajes principales ausentes de la pantalla, la música (el ambient de Chris Remo para Gone Home no tiene nada que envidiar -o supera- al de Trenz Reznor -un saludo a Nine Inch Nails!- para Gone Girl), etc. son un conjunto de elementos que van señalándonos que el paralelismo va bastante más allá del título.

Me está pareciendo pues casi imposible describir esta impresión/certeza sin tener ambas cosas recién vistas/jugadas, así que sirva esto al menos como una doble recomendación a que lo comprueben por ustedes mismos. De entre el cuarteto adorado por los gafapasteros y hipsters varios (Nolan, Fincher, Aranofsky, Shyamalan) queda, muy lejos por delante, el bueno de David, que apenas tiene un largometraje o serie flojos.

9 de enero de 2015

Por qué estamos en contra de la Lotería ?

En algún momento del milenio pasado, escuchando El Larguero, le preguntaban al presidente del Real Madrid de entonces, que si le había caído algo de la Lotería de Navidad, celebrada ese mismo día. El tipo contesta, con total normalidad, que poca cosa solo pedreas varias. Ante la insistencia de De la Morena, le confirma que unos 11 millones de pesetas. A lo que el periodista le pregunta que cuanto se había gastado en décimos, y le dice que 8 millones.

Para esto sirve la Lotería, amigos: para que los pobres den dinero a los ricos.

Hagan números: si compran tan poco, ya saben que es más fácil que les parta un rayo o les caiga encima un meteorito, antes de que les toque un premio gordo, dejen de soñar. En su lugar considérenlo una inversión, como hacen estos directivos-empresarios: cuanto más meto, más posibilidades hay de que el balance sea positivo.

Siempre se dice que la Lotería sirve para meterle dinero al Estado (motivo por el que se creó hace 200 años). Han de saber que el 70% de lo recaudado se reparte en premios, es decir, que se lo llevan los Ramón Mendoza o Florentinos Pérez de turno.

La próxima vez que vean en la tele a un pueblo perdido salvado de la miseria de las deudas por el sorteo, piensen que se trata de unos pocos demasiado afortunados, que se lo fundirán todo en poco tiempo y no volverán a ganar nunca más. En cambio el presidente del Real Madrid hace beneficios millonarios todos los años, porque para los pudientes la Lotería no es un sorteo, es una inversión, en la que colaboramos en una suerte de crowdfunding diabólico: la Lotería es el Kickstarter de los ricos.

Volviendo a lo que supuestamente es beneficioso para el Estado (ese famoso 30%), basta apuntar que se trata de un sistema de impuestos indirectos voluntario, en el que la cantidad no es proporcional a los ingresos de la persona. Es limosna: ante la incapacidad de dar una solución estructurada y permanente, se da lo que se tiene en el bolsillo, así por ayudar lo que se pueda, a ver si sirve de algo, manteniéndo así el status quo inmutable de situaciones insoportables que requieren medidas de mayor impacto.

En cualquier caso, tampoco es que la gente compre décimos porque piense que no paga los suficientes impuestos.

Un primer intento fallido de privatización del 30% (salida a bolsa) de Loterías tuvo lugar en 2011, pero nadie quiso comprarlo al precio esperado. Porque claro, a ver quién es el listo que compra una empresa cuyos beneficios han de revertirse al Estado... No les quepa duda de que este va a ser el camino, lo que obviamente terminará anulando ese ingreso estatal, para pasar a ser una casa de apuestas cualquiera, como esas tipo Bwin que hasta hace poco eran completamente ilegales (porque el malvado Estado poseía el monopolio de la cosa) y ahora puedes apostar 10 € a que vas a acertar quién se va a llevar la primera tarjeta amarilla del partido.

8 de enero de 2015

Mucha viñeta homenaje pero ni Dios está republicando hoy las famosas portadas de Mahoma.

5 de enero de 2015